Y luego hacemos una pausa. Incluso podríamos llorar (porque a veces necesitamos un buen llanto). Y nos quedamos quietos lo suficiente para estar presentes. Eliminamos las comparaciones y notamos lo que está justo delante de nuestros ojos. Degustamos la taza de té que con amor preparamos. Dejamos de centrarnos en la brecha entre dónde estamos y dónde queremos estar e invitamos a la paz a encontrarnos donde estamos. Y lo vislumbramos. Esa entrega espiritual que descansa entre no saber cómo y esforzarse demasiado.
Siempre habrá una brecha y nunca te definirá. Siempre habrá más que hacer y más que desear. Jamás llegaremos a la paz perfecta, con todo en orden, con todos los sueños realizados. Y si lo hacemos, entonces estamos seguros de comenzar el ciclo de nuevo.
Entonces, pausa. Regresa tu visión a donde están tus pies en este momento. ¿Qué necesitas en este momento y cómo puedes dártelo? Deja de correr hacia lo que crees que te hará feliz algún día y busca la felicidad que existe en este momento. Quizás es mucho más simple que la felicidad que has imaginado pero quizás también es mucho más dulce. Porque realmente puedes apoyarte en ello... Llamar a un amigo. Tomando un largo baño. Leyendo el libro que has querido leer. Sea lo que sea, apóyate en ello.
Y respira.
Ingrid Mathieu, Ph.D. es psicóloga clínica y autora de Recuperando la espiritualidad:Logrando la sobriedad emocional en su práctica espiritual .
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